miércoles, 23 de junio de 2010

Saramago / Lisboa

Es un cliché muy grande para empezar, lo sé, pero mi vínculo con Saramago es inexplicable sin mi vínculo con Lisboa y Portugal.

Cuando tenía unos 16 años cayó en mis manos una edición del Círculo de Lectores de Todos los Nombres, pero o no la supe apreciar o era muy joven para hacerlo o simplemente el libro no era de lo mejor de su autor. La abandoné a las cien páginas y así ha quedado la cosa hasta hoy.

Unos años después estaba en Madrid mediando mi carrera universitaria y recibí una beca erasmus para estudiar un año en Lisboa. Sólo había estado un par de veces en Portugal, pero mi visita a Lisboa me había dejado fascinado y quería conocer más de esa ciudad; a diferencia de muchos de los otros extranjeros que conocí allí, yo había pedido Lisboa como primer destino y el año anterior a mi marcha estudié portugués en la escuela de idiomas de la Complutense. Fue durante este año anterior al erasmus cuando, previa búsqueda entre los escasos títulos en portugués de la Casa del Libro, acabaron en mis manos un libro de Eça de Queirós, uno de Miguel Torga y otro de José Saramago. Este último era Las Intermitencias de la Muerte (As Intermitências da Morte), que acababa de ser publicado. Lo devoré, disfrutando por primera vez del idioma luso en su variante escrita, y sorprendido por un autor del que hasta el momento lo ignoraba casi todo. Sorprendido por lo atrevido de la historia, por lo juvenil de los planteamientos y metáforas del autor (un señor que pasaba de los 80), y por lo extranjero y a la vez tan de andar por casa que me resultaba todo. El tramo final me pilló tan desprevenido como a casi todos los que han leído este libro y me sentí un poco decepcionado, pero también pensé que era ahí donde el autor se la jugaba al todo o nada con sus ideas. A Saramago se le pueden discutir muchas cosas (y se le discuten, me consta), pero no se le puede negar que se la juega.


Unos meses después, ya en Lisboa y un poco más familiarizado con el portugués, compré en una de las muchas librerías ambulantes, tan típicas en la ciudad (aparecen y desaparecen de las estaciones de tren) Ensayo Sobre la Ceguera (Ensaio Sobre a Cegueira). Me fascinó, como a tantísimos otros lectores, la parábola “que-pasaría-si” (muy en la línea de las Intermitencias) sobre un país sin nombre en el que una epidemia de ceguera blanca está dejando sin vista a todos los habitantes. Es brutal de principio a fin, y disfraza de misantropía lo que en realidad es un alegato a favor del hombre y de la familia/sociedad como único camino para la redención de éste. Tiempo después vi la película de Fernando Meirelles, muy interesante en el sentido de cómo pone en imágenes las acciones del libro, pero que deja de lado, por necesidad, la parte más importante de las novelas de Saramago: las reflexiones filosóficas que hacen o el narrador o los propios personajes, y que convierten a las acciones en meras excusas para éstas.


En las navidades que pasé en Portugal, una persona muy importante para mí me regaló El Evangelio Según Jesucristo (O Evangelho Segundo Jesus Cristo). Es un libro duro y denso, pero muy interesante en su sistemático despiece/reinvención de los Evangelios y en la búsqueda de rasgos humanos en Jesús, y en su descripción de un Dios (casi malvado, por qué no decirlo) que ha perdido el control sobre su poder. Me siento un poco fraudulento hablando de este título, porque hace mucho tiempo que me quedan unas 70 páginas para terminarlo. Es el único vínculo inconcluso que tengo con la persona que me lo dio, y eso pasó progresivamente de ser la razón para terminarlo a ser el porqué de que nunca quiera llegar al final.

Mis compañeros de trabajo (saltando un par de años adelante) me regalaron en mi despedida El Viaje del Elefante, ya en castellano y traducido por la mujer de Saramago, Pilar del Río. La penúltima obra publicada del autor no es ninguna maravilla pero describe muy bien, y de forma bastante entretenida, una de esas "historias de la historia" en que el rey de Portugal le regala un elefante asiático al emperador de Austria y éste tiene que hacer el viaje Lisboa-Viena. La primera etapa es la que va entre Lisboa y Valladolid (viaje que yo he hecho alguna vez) y sólo por eso me tomé el libro como algo bastante personal. Aunque ahora que leo todo esto, lo mío con Saramago es casi siempre bastante personal. Este año, y ya en Londres, me enteré en la página de la Fnac española de que Saramago había sacado libro. Se llamaba Caín (Caim) y me costaba lo mismo hacérmelo mandar desde España que desde Portugal, así que me incliné por la versión original y lo compré en fnac.pt. Volviendo al estilo de El Evangelio, la reinvención esta vez es la de la historia del primogénito de Adán y Eva, que deja de ser el malo de la película para ser una víctima más de ese Dios salvaje que no deja de agredir a los hombres ni de mandarles mensajes contradictorios. ¿Sabía Saramago que esta era su última novela cuando escribió, como sus últimas palabras, “A história acabou, não haverá nada mais que contar”? No lo sé, pero sea como sea le ha quedado redondo.


También en Inglaterra he vuelto a regalar a alguien Ensayo Sobre la Ceguera (ahora Blindness), que se convirtió así en el primer libro del que he comprado una copia en tres idiomas. Hace pocos días estuve en Lisboa de nuevo, y no me puedo arrepentir más de no haber comprado Memorial do Convento, que tuve en mis manos en Chiado, pero imagino que ya habrá tiempo. Al día siguiente de mi regreso de Portugal murió Saramago, y el resto está todavía fresco en los periódicos como para alargarse más en ello.


Dijo Saramago (a colación de las Intermitencias) que lo malo de la muerte es que “estás, y luego de pronto no estás”. Puede ser que sea así en el plano más práctico, y es cierto que estos días me he imaginado alguna vez a Pilar muy triste, vagando por los lugares que compartía con José en su casa de Lanzarote. Pero como habéis visto por mi incompletísimo y anecdótico recorrido por sus trabajos, me quedan muchas obras de Saramago por leer, y espero hacerlo. Y mientras tenga sus libros, Saramago estará.

martes, 8 de junio de 2010

Flight of the Conchords: World Tour 2010

Si una de las primeras cosas que hice en Inglaterra fue engancharme a la gran serie de la HBO Flight of the Conchords, una de las últimas fue ver a sus protagonistas en concierto. El 25 de mayo, casi despidiéndome de Londres hasta que vuelva en octubre, tenía una cita en Wembley con Bret y Jemaine. Había pagado por la entrada casi el doble de su precio original en un sitio de reventa (la reventa es legal en el Reino Unido, razón por la que las entradas para los conciertos importantes siempre se agotan en las primeras horas); pero no podía perderme a los dos neozelandeses, porque no sé si los volveré a tener tan a tiro otra vez. En España no creo que toquen en un futuro cercano, ya que aquí la serie y sus discos son muy muy de culto, y llenando varios días el Wembley Arena (12.000 de aforo) no creo que tengan demasiadas ganas de meterse en la Moby Dick.

Impresionaba ver un sitio tan grande tan lleno y compararlo con una escenografía tan minimalista. En medio del masivo escenario se perdían dos sillas y varios instrumentos alrededor, todo sobre una tarima. Afortunadamente había dos pantallas gigantes a ambos lados, que nos ayudaron mucho a seguir todo el lenguaje corporal y los matices que acompañaron a las canciones (y a todas las aventuras que contaron, casi tan geniales como la música). Para abrir boca salió Arj Barker durante unos veinte minutos: no sé si se le puede llamar telonear, porque lo que hizo fue stand-up comedy y calentar a los fans para los Conchords, pero eso sí, lo hizo muy bien. Arj Barker interpretaba a Dave en la serie de Flight of the Conchords, y en su monólogo habló de Avatar, de por qué en Noruega (de donde venía la banda de actuar) hablan tan bien inglés e incluso de cómo España tuvo un papel importantísimo en la Segunda Guerra Mundial.
Fun fact: si vas por la calle con gafas 3D ves el mundo real en 6 dimensiones. 3 del mundo real y 3 de las gafas.

Unos minutos después el concierto empezó con los Conchords vestidos de robots e interpretando el rompepistas Too Many Dicks On The Dancefloor, o sea por todo lo alto. Debajo de sus carcasas de cartón llevaban su ropa real, igual de folk pero un poco menos nerd que en la serie, y continuaron cantando The Most Beautiful Girl (In The Room), y alternando entre canción y canción historias -imagino que el 99,9% ficticias, porque eran equiparables a la serie en niveles de surrealismo- sobre cómo es su vida desde que son estrellas de rock, e incluso algún flashback a los salvajes 90 en Auckland, Nueva Zelanda. Fue divertidísimo, y se quedaron mucho con el público postponiendo siempre la "historia del pez de agua fría", que calificaban de loca, desagradable, para mayores de edad... sobra decir que nunca la escuchamos. Esta abundancia de anécdotas hizo que el setlist fuera relativamente corto para las 2 horas que duró el concierto, pero aquello fue más una performance total que un mero repertorio de canciones. Me faltaron If You're Into It (mi canción favorita del grupo, aunque creo que sólo existe para la serie y nunca ha estado en un disco) o You Don't Have To Be A Prostitute, pero sí estuvieron temazos de la talla de Inner City Pressure o Humans Are Dead. Todo acabó con otro cambio de vestuario y un homenaje genial a David Bowie, más como icono pop que como músico.

No se ni cuándo ni dónde (ni con qué dinero), pero espero ver a Flight of the Conchords tocando otra vez. Es el único consuelo que tengo, ahora que es oficialísimo que no va a haber tercera temporada de la serie.