viernes, 13 de noviembre de 2009

Historia(s) de la tele

Allá por los felices años setenta, en la temporada mil (aproximadamente) de Happy Days -el fenómeno televisivo más importante de aquella década en América-, los guionistas se habían quedado sin ideas. Se llevaron a la familia protagonista de vacaciones a la playa durante algunos capítulos, y uno de los momentos climáticos dentro de aquellos episodios fue lo que sigue: Fonzie (el mejor amigo de los Cunningham, el protagonista de la serie, esa especie de Danny Zuko de los pobres) apuesta a que puede saltar, con sus esquís acuáticos, sobre un malvado tiburón que permanece encerrado en una pequeña parcela de agua, cerca de la playa. Y lo salta. ¿La descripción del momento os ha parecido una mierda? Eso es porque no habéis visto el vídeo. Es mucho peor.

La escena es sonrojante, y la serie nunca se recuperó de aquello. Si estás haciendo una comedia para toda la familia que se caracteriza por sus personajes entrañables y su moraleja, no quieres que tus personajes acaben saltando sobre tiburones. El público tampoco. Desde entonces (y he aquí la importancia histórica del momento), cada vez que una serie pasa ese punto de no retorno, casi imperceptible, entre lo admisible y el despropósito total, se dice que la serie "ha saltado a los tiburones". Yo conocía la expresión desde hace tiempo, pero hace muy poco, mi compi de casa Geoff me desveló su origen. Por trasladarlo un poco a la televisión de hoy en día, diría por ejemplo que Prison Break saltó a los tiburones cuando se descubrió que la previamente decapitada Dra. Tancredi no había muerto, o que Lost se tiró de cabeza a los escualos cuando aparecieron Paulo y Nikki.

Aquí está el momento que marcó un antes y un después en la tele, para mal. Atención a Ron Howard conduciendo la lancha. Y a las imágenes de tiburones robadas de algún documental de tercera...

martes, 3 de noviembre de 2009

Miscelánea rápida

Desde que vivo en el país de las porciones de tarta hundidas en cuencos de empalagoso custard, aquí y ahora me apetece destacar que:

He comprado el pack Alien Quadrilogy en Amazon por 12 libras, coincidiendo con el trigésimo aniversario del estreno de la primera parte. Aquí el reparto es gratis, y precisamente por eso me sorprendió que llegase 48 horas después de hacer el pedido. Es uno de esos packs que siempre quise -salió hace unos buenos cinco años- por la cantidad de discos que tiene, aunque todos sabemos que al final nadie ve los extras de los DVDs. Son nueve discazos: las cuatro películas, un disco de extras por cada una y un disco de extras de la saga. Aunque sólo sea por las pelis (ya he revisado las cuatro) merece la pena. Las dos primeras, Alien y Aliens, posiblemente sean mi película de terror [variedad sustos] y mi película de acción favoritas, respectivamente. Alien3 (no sé poner un superíndice, qué pasa) es un poco rollo, vale, pero tiene a Sigourney Weaver calva y la mítica escena en la que ella y el alien-perro casi se besan. Además, es la primera película de David Fincher, y aunque sólo sea por ese valor documental... Alien Resurrection no sé si es un despropósito o me encanta: posiblemente las dos cosas. La historia y la entrada de Ripley en ella son de lo más discutibles, pero visualmente, el director de Amélie deja su sello. Vamos, que no voy a llamar a la OCU; ha sido una compra responsable.

La noche de Halloween, huyendo de los trick-or-treaters que llamaban a mi puerta cada vez con más frecuencia, me fui a Enfield al cine y vi Zombieland, que me parecía apropiada para la festividad: sin ser Shaun of the Dead (que mucho antes de venir a vivir al país que la engendró ya me encantaba), es muy divertida y está rodada con muchísimo mimo. El argumento es un poco tal y los personajes no es que sean muy profundos, pero los golpes de humor (y los golpes normales) están muy bien repartidos por la trama, y todo el sistema de reglas para vivir en un mundo infestado de zombies que la peli plantea es de lo más divertido.

Flight of the Conchords. Cuando a empecé a ver esta serie, durante un par de capítulos quise odiarla. "Otro invento para modernos que quieren hacer como que se ríen de sí mismos", o "yo este año con '(500) Days of Summer' ya he tenido suficiente", pero para cuando acababa la primera temporada, ya estaba perdidamente enamorado de la serie, de los personajes... y sobre todo de las canciones. La cosa va de dos tipos neozelandeses que se mudan a Manhattan e intentan levantar su grupo de tonti-folk, y de paso, sobrevivir. Tienen un manager que a todos os va a recordar a alguien conocido, una (única) fan muy desequilibrada y de vez en cuando ligan. Y por cada cosa relevante, a veces no, que les pasa, cantan una canción: la puesta en escena de cada tema es tan brutal, y las melodías y las letras tan geniales y tan poco pedantes, que creo que esto es lo mejor que se ha hecho en el terreno del musical en televisión ever. Por supuesto que también funciona como comedia no-musical, pero el total es muy superior a la suma de las partes. Para los más trendy esta recomendación llega un par de años tarde, pero FotC es todo un must.