sábado, 14 de agosto de 2010

Toy Story 3

Y al undécimo año, por fin llegó. Se dice pronto, pero 11 años han pasado desde que se estrenó en salas Toy Story 2, y 15 desde Toy Story. Los standards de Pixar son tan altos (y subiendo), que todo indica que no se querían embarcar en la producción de Toy Story 3 hasta que no tuvieran un guión entre manos que fuese, como mínimo, genial. Y eso que la idea de esta tercera parte estaba ahí desde principios de los 2000, cuando el título empezó a aparecer en las notas de Disney y Pixar entre "futuras producciones". Y desde finales de 2009, con la peli en sus últimas fases de producción, ha habido Toy Story en el ambiente. Las jugueterías se han vuelto a llenar de Woodys y de Buzzes, y en muchos países se han estrenado las dos primeras partes en 3D. Yo aproveché para verlas en Inglaterra (donde, para sacar más pasta, no se estrenaron en sesión doble como en EEUU), e incluso tuve la suerte de presentar, en un viaje en autocar Londres-Colonia, la primera película a un grupo de adolescentes ingleses, muchos de los cuales ni la habían visto. La sensación fue de que no había perdido un ápice de efectividad en quince años. Si a todo eso le sumamos la megamaquinaria promocial que ha precedido al estreno y el fanatismo de la llamada "generación Andy" (esos niños para los que la saga fue parte importantísima de nuestra infancia), la expectación máxima estaba servida.

Antes de su estreno, había algo que ya sabía que me haría conectar de una manera especial con la película. A mí y a toda la generación Andy. El tiempo ha pasado en el mundo de Toy Story. No exactamente a velocidad real, pero Andy tiene 18 años y se marcha a la universidad; Molly es una preadolescente de lo más anodino y la madre... la madre está igual, seguramente gracias al bótox o a la crema de veneno de serpiente. Los juguetes han pasado de temer que los sustituyan por un nuevo juguete más guay a temer por su propia vida. ¿Los tirarán a la basura? ¿Se irán para siempre al desván? Andy es bastante diplomático y se decide por la segunda opción, sólo escogiendo a Woody para irse con él a la universidad. Pero por un error (de esos errores cruciales que detonan el argumento de cada parte de esta saga), TODOS los juguetes acaban siendo donados a la guardería Sunnyside. Allí al principio todo parece pan y rosas, un sitio donde unos niños educadísimos juegan todos los días con los juguetes. Pero hay trampa: para empezar les envían a la Sala Oruga, donde viven bajo el terror de unos niños tan pequeños que ni han aprendido a jugar; y por la noche llega lo peor, cuando descubren que el osito Lotso gestiona Sunnyside como una verdadera cárcel. La pandilla tiene que decidir sobre su futuro, pero si deciden escapar de allí la cosa no va a estar fácil. Los esbirros de Lotso, un gran bebé tuerto y un acomplejado Ken, se lo van a poner muy difícil. Es verdad que de todas las secuelas se dice que es "la más oscura de la saga", pero aquí la frase no podría ser más adecuada. Como en una buena última parte, los personajes nunca se habían enfrentado a problemas más grandes, o a peligros más reales. Y eso que aquí no hay que cruzar grandes avenidas cubiertos con conos de tráfico.
La animación digital ha evolucionado muchísimo en 15 años (recordemos que Toy Story fue el primer largo realizado con esta técnica), pero todo está cuidadísimo en TS3 para que no haya discontinuidad visual con sus predecesoras. Aun así, podemos ver evolución en las texturas o el color, y el naturalismo de los escenarios es tal que a veces dudas de que nada de eso sea real. Aquí siguen los rodapiés rayados y los bordes de puertas sucios marca de la casa. Y se añade el 3D, que la verdad, no aporta nada en absoluto, aunque tampoco distrae. Difícil sería que lo hiciese, pues estamos ante una película (sin más, no quiero decir "película de animación o "película familiar") que es palabras mayores. El guión funciona como un reloj suizo, combinando todos los géneros posibles y disfrazándolos de peli de huida carcelaria, y va in crescendo hasta un clímax -la planta de tratamiento de basuras- y un epílogo brutales, en los que se hace difícil contener la lágrima. Menos mal que están las gafas 3D para darnos un poco de intimidad en ese sentido.

Los personajes de siempre se reparten el protagonismo bastante bien: Woody lleva el peso de la historia sobre sus hombros, pero Buzz se convierte en protagonista absoluto durante un buen tramo de película gracias a nuestra lengua materna. El doblaje ha intentado salvar esto como ha podido, y no ha quedado nada mal. Los nuevos personajes están a la altura de las circunstancias, liderados por Ken (un hombre de plástico con problemas más complejos de lo que podría parecer a primera vista), Lotso (un malvado con un background tan bien contado que casi llegas a entenderle) y el Peque (a mí, personalmente, este Nenuco-convertido-en-gorila me rompía el corazón cada vez que aparecía). No hay nada que rechine en esta película cuasiperfecta, pero chapeau a los guionistas que han parido semejante epopeya, olé a Randy Newman por el musicón con algún tinte andaluz que se ha marcado y MEGABRAVO a John Lasseter y Lee Unkrich. Al primero por crear este mundo, al segundo por haber firmado esta tercera parte, si no la mejor, la que convierte a la saga en 2 obras maestras y una película muy buena.

Calificación: 9

Veredicto: La mejor película de lo que va de año, y un divertidísimo/emocionantísimo rato para compartir con el niño que fuimos.

jueves, 29 de julio de 2010

Shrek: felices para siempre

Aunque haya quedado bastante eclipsado por los juguetes de Pixar, Shrek también ha vuelto este verano. No se ha hecho esperar 11 años (de hecho cuando le conocimos ya habíamos visto en el cine Toy Story 2), pero también ha vuelto para decir adiós. La vuelta era tímida, un poco por la puerta de atrás. Aunque Shrek Tercero tuvo en su momento el mejor primer fin de semana en taquilla de una película animada, fue una película tan olvidable que nos hizo temer que Shrek se convirtiese en una nueva franquicia interminable y con menos gracia a cada entrega. A la tercera parte le faltaban la ternura y la épica de la primera; ni rastro del delirio kitsch que fue la segunda. De hecho le faltaba casi de todo, y que Justin Timberlake le pusiera voz a un nuevo personaje no era suficiente, y menos en España.

Afortunadamente, la cuarta y última parte de la saga ha cambiado el rumbo, y ha puesto la "curva de Shrek" otra vez hacia arriba. La promesa de que era la última aventura ya fue todo un alivio: ir a ver una cuarta aventura del ogro, precedida por aquel fracaso artístico y sin la seguridad de que fuera el final hubiera echado atrás a muchos espectadores. Si bien el nivel de felices para siempre no llega al de las dos primeras pelis, se nota el esfuerzo que los creadores han hecho para irse con un poco de gracia, y la pirueta argumental tiene su intríngulis.

En un giro muy parecido al de la sexta temporada de Perdidos, en la última Shrek tenemos una realidad paralela en la que los personajes principales (a saber: Shrek, Fiona, Asno y Gato con Botas) no se han conocido, y en la que muchas de las certezas que teníamos sobre ellos y sobre el Reino de Muy, Muy Lejano han desaparecido.
La película tiene un gran prólogo en el que -cronológicamente en plena primera entrega- se nos presenta al malvado duendecillo Rumpelstilskin. Volviendo al presente, y en plena crisis de mediana edad, Shrek tiene "un día de furia" y deja a su mujer, a sus amigos, y a sus hijos (que cumplen años) para tomarse un respiro, cuando el oportunista Rumpels le ofrece volver a ser un ogro salvaje, temido y sobre todo anónimo por un día más. Como siempre en los cuentos, el trato tiene truco, y ese día podría ser el último de la vida de Shrek si no vuelve a poner todo en su sitio en 24 horas, convirtiéndose en un Jack Bauer para toda la familia. Este twist es lo mejor de la película, y afortunadamente es lo que la vertebra. Los momentos más disfrutables del film son los primeros que pasa el ogro protagonista en la nueva realidad, descubriendo de qué manera ha cambiado todo: esa ciudad en ruinas, ese castillo en el que hay montada una rave de brujas, ese pequeño gran hombre de gengibre convertido en gladiador.


Poco a poco todo se va volviendo más y más convencional, pero afortunadamente el metraje es lo suficientemente breve como para que no moleste. Entre lo más destacabe de Shrek 4, además de esa nueva y decadente ambientación, están las brujas y el malvado e impronunciable Rumpelstilskin, que se cambia constantemente de peluca y va acompañado (y casi es eclipsado) por un gigantesco ganso, que puede que sea uno de los personajes más misteriosos del cine de animación reciente. Yo paso del spin-off de Antonio Banderas y su Gato con Botas, quiero una peli o una serie de televisión sobre el ganso ya.

Calificación: 6,5

Veredicto: Desafortunadamente, no es Shrek ni Srek 2. Por suerte, tampoco es Shrek Tercero.

miércoles, 23 de junio de 2010

Saramago / Lisboa

Es un cliché muy grande para empezar, lo sé, pero mi vínculo con Saramago es inexplicable sin mi vínculo con Lisboa y Portugal.

Cuando tenía unos 16 años cayó en mis manos una edición del Círculo de Lectores de Todos los Nombres, pero o no la supe apreciar o era muy joven para hacerlo o simplemente el libro no era de lo mejor de su autor. La abandoné a las cien páginas y así ha quedado la cosa hasta hoy.

Unos años después estaba en Madrid mediando mi carrera universitaria y recibí una beca erasmus para estudiar un año en Lisboa. Sólo había estado un par de veces en Portugal, pero mi visita a Lisboa me había dejado fascinado y quería conocer más de esa ciudad; a diferencia de muchos de los otros extranjeros que conocí allí, yo había pedido Lisboa como primer destino y el año anterior a mi marcha estudié portugués en la escuela de idiomas de la Complutense. Fue durante este año anterior al erasmus cuando, previa búsqueda entre los escasos títulos en portugués de la Casa del Libro, acabaron en mis manos un libro de Eça de Queirós, uno de Miguel Torga y otro de José Saramago. Este último era Las Intermitencias de la Muerte (As Intermitências da Morte), que acababa de ser publicado. Lo devoré, disfrutando por primera vez del idioma luso en su variante escrita, y sorprendido por un autor del que hasta el momento lo ignoraba casi todo. Sorprendido por lo atrevido de la historia, por lo juvenil de los planteamientos y metáforas del autor (un señor que pasaba de los 80), y por lo extranjero y a la vez tan de andar por casa que me resultaba todo. El tramo final me pilló tan desprevenido como a casi todos los que han leído este libro y me sentí un poco decepcionado, pero también pensé que era ahí donde el autor se la jugaba al todo o nada con sus ideas. A Saramago se le pueden discutir muchas cosas (y se le discuten, me consta), pero no se le puede negar que se la juega.


Unos meses después, ya en Lisboa y un poco más familiarizado con el portugués, compré en una de las muchas librerías ambulantes, tan típicas en la ciudad (aparecen y desaparecen de las estaciones de tren) Ensayo Sobre la Ceguera (Ensaio Sobre a Cegueira). Me fascinó, como a tantísimos otros lectores, la parábola “que-pasaría-si” (muy en la línea de las Intermitencias) sobre un país sin nombre en el que una epidemia de ceguera blanca está dejando sin vista a todos los habitantes. Es brutal de principio a fin, y disfraza de misantropía lo que en realidad es un alegato a favor del hombre y de la familia/sociedad como único camino para la redención de éste. Tiempo después vi la película de Fernando Meirelles, muy interesante en el sentido de cómo pone en imágenes las acciones del libro, pero que deja de lado, por necesidad, la parte más importante de las novelas de Saramago: las reflexiones filosóficas que hacen o el narrador o los propios personajes, y que convierten a las acciones en meras excusas para éstas.


En las navidades que pasé en Portugal, una persona muy importante para mí me regaló El Evangelio Según Jesucristo (O Evangelho Segundo Jesus Cristo). Es un libro duro y denso, pero muy interesante en su sistemático despiece/reinvención de los Evangelios y en la búsqueda de rasgos humanos en Jesús, y en su descripción de un Dios (casi malvado, por qué no decirlo) que ha perdido el control sobre su poder. Me siento un poco fraudulento hablando de este título, porque hace mucho tiempo que me quedan unas 70 páginas para terminarlo. Es el único vínculo inconcluso que tengo con la persona que me lo dio, y eso pasó progresivamente de ser la razón para terminarlo a ser el porqué de que nunca quiera llegar al final.

Mis compañeros de trabajo (saltando un par de años adelante) me regalaron en mi despedida El Viaje del Elefante, ya en castellano y traducido por la mujer de Saramago, Pilar del Río. La penúltima obra publicada del autor no es ninguna maravilla pero describe muy bien, y de forma bastante entretenida, una de esas "historias de la historia" en que el rey de Portugal le regala un elefante asiático al emperador de Austria y éste tiene que hacer el viaje Lisboa-Viena. La primera etapa es la que va entre Lisboa y Valladolid (viaje que yo he hecho alguna vez) y sólo por eso me tomé el libro como algo bastante personal. Aunque ahora que leo todo esto, lo mío con Saramago es casi siempre bastante personal. Este año, y ya en Londres, me enteré en la página de la Fnac española de que Saramago había sacado libro. Se llamaba Caín (Caim) y me costaba lo mismo hacérmelo mandar desde España que desde Portugal, así que me incliné por la versión original y lo compré en fnac.pt. Volviendo al estilo de El Evangelio, la reinvención esta vez es la de la historia del primogénito de Adán y Eva, que deja de ser el malo de la película para ser una víctima más de ese Dios salvaje que no deja de agredir a los hombres ni de mandarles mensajes contradictorios. ¿Sabía Saramago que esta era su última novela cuando escribió, como sus últimas palabras, “A história acabou, não haverá nada mais que contar”? No lo sé, pero sea como sea le ha quedado redondo.


También en Inglaterra he vuelto a regalar a alguien Ensayo Sobre la Ceguera (ahora Blindness), que se convirtió así en el primer libro del que he comprado una copia en tres idiomas. Hace pocos días estuve en Lisboa de nuevo, y no me puedo arrepentir más de no haber comprado Memorial do Convento, que tuve en mis manos en Chiado, pero imagino que ya habrá tiempo. Al día siguiente de mi regreso de Portugal murió Saramago, y el resto está todavía fresco en los periódicos como para alargarse más en ello.


Dijo Saramago (a colación de las Intermitencias) que lo malo de la muerte es que “estás, y luego de pronto no estás”. Puede ser que sea así en el plano más práctico, y es cierto que estos días me he imaginado alguna vez a Pilar muy triste, vagando por los lugares que compartía con José en su casa de Lanzarote. Pero como habéis visto por mi incompletísimo y anecdótico recorrido por sus trabajos, me quedan muchas obras de Saramago por leer, y espero hacerlo. Y mientras tenga sus libros, Saramago estará.

martes, 8 de junio de 2010

Flight of the Conchords: World Tour 2010

Si una de las primeras cosas que hice en Inglaterra fue engancharme a la gran serie de la HBO Flight of the Conchords, una de las últimas fue ver a sus protagonistas en concierto. El 25 de mayo, casi despidiéndome de Londres hasta que vuelva en octubre, tenía una cita en Wembley con Bret y Jemaine. Había pagado por la entrada casi el doble de su precio original en un sitio de reventa (la reventa es legal en el Reino Unido, razón por la que las entradas para los conciertos importantes siempre se agotan en las primeras horas); pero no podía perderme a los dos neozelandeses, porque no sé si los volveré a tener tan a tiro otra vez. En España no creo que toquen en un futuro cercano, ya que aquí la serie y sus discos son muy muy de culto, y llenando varios días el Wembley Arena (12.000 de aforo) no creo que tengan demasiadas ganas de meterse en la Moby Dick.

Impresionaba ver un sitio tan grande tan lleno y compararlo con una escenografía tan minimalista. En medio del masivo escenario se perdían dos sillas y varios instrumentos alrededor, todo sobre una tarima. Afortunadamente había dos pantallas gigantes a ambos lados, que nos ayudaron mucho a seguir todo el lenguaje corporal y los matices que acompañaron a las canciones (y a todas las aventuras que contaron, casi tan geniales como la música). Para abrir boca salió Arj Barker durante unos veinte minutos: no sé si se le puede llamar telonear, porque lo que hizo fue stand-up comedy y calentar a los fans para los Conchords, pero eso sí, lo hizo muy bien. Arj Barker interpretaba a Dave en la serie de Flight of the Conchords, y en su monólogo habló de Avatar, de por qué en Noruega (de donde venía la banda de actuar) hablan tan bien inglés e incluso de cómo España tuvo un papel importantísimo en la Segunda Guerra Mundial.
Fun fact: si vas por la calle con gafas 3D ves el mundo real en 6 dimensiones. 3 del mundo real y 3 de las gafas.

Unos minutos después el concierto empezó con los Conchords vestidos de robots e interpretando el rompepistas Too Many Dicks On The Dancefloor, o sea por todo lo alto. Debajo de sus carcasas de cartón llevaban su ropa real, igual de folk pero un poco menos nerd que en la serie, y continuaron cantando The Most Beautiful Girl (In The Room), y alternando entre canción y canción historias -imagino que el 99,9% ficticias, porque eran equiparables a la serie en niveles de surrealismo- sobre cómo es su vida desde que son estrellas de rock, e incluso algún flashback a los salvajes 90 en Auckland, Nueva Zelanda. Fue divertidísimo, y se quedaron mucho con el público postponiendo siempre la "historia del pez de agua fría", que calificaban de loca, desagradable, para mayores de edad... sobra decir que nunca la escuchamos. Esta abundancia de anécdotas hizo que el setlist fuera relativamente corto para las 2 horas que duró el concierto, pero aquello fue más una performance total que un mero repertorio de canciones. Me faltaron If You're Into It (mi canción favorita del grupo, aunque creo que sólo existe para la serie y nunca ha estado en un disco) o You Don't Have To Be A Prostitute, pero sí estuvieron temazos de la talla de Inner City Pressure o Humans Are Dead. Todo acabó con otro cambio de vestuario y un homenaje genial a David Bowie, más como icono pop que como músico.

No se ni cuándo ni dónde (ni con qué dinero), pero espero ver a Flight of the Conchords tocando otra vez. Es el único consuelo que tengo, ahora que es oficialísimo que no va a haber tercera temporada de la serie.

domingo, 16 de mayo de 2010

10 años de Tate Modern et al.

Ayer, por hacer algo aparente en la tarde del sábado, acabamos en una Tate Modern -infestada de público de lo más variopinto- que celebraba sus 10 años de existencia. Era el décimo cumpleaños del museo de arte contemporáneo más importante de Londres, pero podría haber sido el de cualquier museo de provincia española mantenido por las instituciones. Además de la cantidad de gente, la principal diferencia con un día cualquiera era un escenario (en el que, en la hora y algo que rondamos por allí, lo más que pasó fue que alguien pinchó con un iPod) y una exposición dantesca en la que, entendí yo porque allí no había ni un triste folleto, otros museos del mundo exponían piezas.

El momento cumbre de nuestro paseo por aquel percal fue cuando, homenajeando involuntariamente a Tú, yo y todos los demás, encontramos una caja de pizza con algunos bordes mordisqueados en el suelo. Entre aquel caos, ¿Habría dejado alguien allí su basura o sería aquello una obra de arte? Prefiero quedarme con la duda...

Ugly Betty ya acabó, y la verdad es que salvó bastante bien los muebles en los últimos capítulos. Si me quedé con ganas de algo fue de ver por última vez al personaje que interpretaba Rebecca Romijn, pero por lo demás, pese a caer en todos los clichés de final de serie posibles, los últimos capítulos no estuvieron nada mal. En la última temporada el personaje de Justin había ganado muchísima importancia (y es que los guionistas sabían de qué pie cojea su público), y tuvo el final que se merecía. Vimos a Betty y Daniel por última vez en Londres, encontrándose "por casualidad" en Trafalgar Square, y por última vez la serie marcó distancias con el original colombiano y las innumerables adaptaciones que la precedieron. Fueron unos últimos 5 minutos bastante tiernos. ¡Farewell, Miss Suárez!

Lost acaba exactamente en una semana, y a estas alturas ya dudo de que el último episodio sea al menos digno. El antepenúltimo (sin tener en cuenta que el final será doble), Across the Sea, fue sonrojante. Su entrada en terrenos místico-alegóricos fue ridícula, su flashback a la primera temporada irrelevante y cogido por los pelos, sus efectos especiales de sketch de Cruz y Raya.

La Roux estuvieron bien en concierto, y Phoenix sobresalientes. Los franceses, que en países como EEUU o México llenan grandes recintos, se tuvieron que conformar con el sold out en Roundhouse (una sala impresionante estéticamente pero mediana), ya que el público inglés se les sigue resistiendo. Una ironía, teniendo en cuenta que los referentes musicales de Phoenix -dicho por ellos- son en un 80% británicos. Puede ser que este concierto haya roto la maldición. Un setlist casi perfecto de una hora y media, un público entregadísimo para lo que se lleva en estas latitudes e incluso un poco de surfeo de masas por parte de Thomas Mars al final, mientras seguía entonando 1901. Y nosotros en las gradas; no vuelvo a cometer ese error.

En lo cinematográfico, quedan pendientes de crítica Hot Tub Time Machine (que bastante bien), Furia de Titanes (mucho mejor de lo esperado), Io Sono L'Amore, I Love You Phillip Morris... el día menos pensado cojo y empiezo a escribir aquí con regularidad.

sábado, 3 de abril de 2010

Kick-Ass

Aunque oficialmente se estrena este fin de semana para aprovechar las vacaciones, los pasados 26 y 27 de Marzo algunos cines de Inglaterra hacían pases especiales de Kick-Ass, imagino que para que los más interesados (eufemismo de "los más nerds"), previo paso por taquilla, empezasen a bloguear, twittear, y facebookear sobre ella. Vamos, que la película, a lo tonto y a lo bobo, ya empezó a hacer caja esos días a la vez que se montaba una campaña de promoción viral. Y allí estuve yo, formando parte de la endiablada maquinaria. Tuve que reservar con tiempo para verla el viernes pasado en Islington, y es que después de toda la expectación que ha levantado, las buenísimas críticas de la prensa especializada y la megacampaña publicitaria, el ambiente estaba que ardía. Mereció la pena.

Fuera de tópico, uno de los tráilers que proyectaron antes -todos muy bien elegidos- fue el de Scott Pilgrim vs. The World, que si no habéis visto ya os recomiendo, porque es una pasada. Es una película que está conectada a muchísimos niveles con Kick-Ass, no sólo porque estar muy cerca en temática y estética, sino también porque las dos son la gran aventura americana de dos directores británicos, porque están protagonizadas por los dos veinteañeros rubios más nerd y más cool del panorama mundial y un largo etcétera. Además, las dos se basan en cómics, y el de Scott Pilgrim es mencionado en Kick-Ass. Voy a dejar de escribir sobre esto antes de que implosione el universo.

Comenzó la película con la secuencia que ya conocíamos del teaser, y el público dejó muy claro en esos tres minutos que aquella no iba a ser una proyección normal de la película, sino que como buen pase previo-nerd allí iba a haber aplausos, abucheos, y sobre todo muchas carcajadas, si la película lo permitía. Y lo permitió, sobrepasando las expectativas en mi caso. No nos costó nada meternos en el ambientillo, y es que hay momentos en esta película en los que no hay más opción que aplaudir -aunque la estés viendo en un screener en la oscuridad de tu cuarto. Hay muchos one-liners y unas cuantas tollinas que son de diez, y aproximadamente el 50% salen de la boquita o de los puños de Hit-Girl, la niña-superheroína-psicópata que me olía antes de ver la peli que se iba a convertir en icono. Un 10 para Chloë Moretz (la hermana pequeña que no pintaba nada en (500) Days of Summer), por crear un personaje tan redondo, tan por encima de la edad que tiene y con tanta profundidad. Porque tanto Mindy/Hit-Girl como toda la película, por si las grandes cantidades de diversión fueran poco, también tienen un lado real, profundo, incluso tierno.

La historia comienza girando en torno a Dave Lizewski, un adolescente de lo más normal y aficionado a los cómics, que se pregunta por qué nadie antes, de entre todas las personas que adoran a los superhéroes, se ha intentado convertir en uno. Tras comprarse unos nunchakus y un traje de neopreno por internet, entrena un poco y comienza a patrullar las calles donde a) le patearán el culo repetidas veces y b) descubrirá que su teoría sobre la ausencia de superhéroes reales era errónea. Entre a otros personajes, Kick-Ass (el alter-ego de Dave) conoce a Red Mist, un jovencito que cuenta con muchos medios pero es bastante patoso; Big Daddy, una especie de Batman de saldo; y Hit-Girl, su hija, una niña de once años que no tiene ningún problema a la hora de utilizar las palabras fuck, cunt o son of a bitch mientras amputa miembros a sus enemigos. Primero, los héroes enmascarados discutirán por su popularidad y por cuál es la mejor manera de seguir siendo anónimos en una sociedad obsesionada con Myspace y Youtube. Después tendrán que unir sus fuerzas cuando Frank D'Amico, un poderoso traficante de drogas (cada vez me gusta más Mark Strong), se proponga destruirlos para volver a controlar el cotarro neoyorquino.

La película toca tantos palos, cubre tantos estilos y tiene tantos referentes estéticos que es complicado explicar qué es lo bueno en ella. Digamos que, si tengo que reducir Kick-Ass a su mínima expresión, diría que lo mejor es cómo una historia tan disparatada, tan cartoonish, habla en ocasiones de temas muy serios y llega a emocionar. También es un genial reflejo del espíritu de su tiempo, siendo elementos claves en la trama las redes sociales o la televisión en streaming. Kick-Ass es muy violenta y maleducada (pero mucho), y pese a la comicidad generalizada la violencia es gráfica y realista (nada Kill Bill), pero esto sólo me pareció un soplo de aire fresco en unos tiempos cinematográficos que huelen un poco a alcanfor. Los efectos especiales son bastante pobres, eso sí, y aunque el hecho de que sea una comedia ayuda un poco a mirar para otro lado, la cosa canta. En resumen, dos horas de entretenimiento puro y condensadísimo, un personaje para las antologías de chicas malas (o de niños violentos) de la historia del cine y un montón de frases para repetir con los amigos o actualizar el estado en Facebook.

Calificación: 8,5

Veredicto: nunca una película y su título habían estado tan en sintonía. Esta es la mejor patada en el culo que se lleva el cine en una temporada larga.